sábado, 13 de noviembre de 2010

Teoría Crítica: aciertos y desencuentros


A principios del siglo pasado, apareció un grupo de pensadores (filósofos, psicólogos, sociólogos...) que postularon una nueva forma de hacer teoría, y la llamaron "teoría crítica": a diferencia (y contra) los métodos descriptivos de, digamos, un Heidegger, un Jaspers o aún un Sartre, estos pensaban que la teorización no debe limitarse a describir, sino también a cuestionar y, por ende, a transformar. El resultado, claro está, fue apabullante, y de hecho muchos de los puntos de estas toerías siguen en pie, pero, hay que decirlo, sobre todo por su lado descriptivo: es decir, el anánilis del rol de los contenidos de los discursos en la formación de conceptos más o menos aceptados a gran escala, o arraigados en eso que Jung llamó el "Inconsciente Colectivo". ¿Qué es el bien? Lo que el Estado nos hace entender, a cachitos y mediante métodos muy diversos, que es el Bien. ¿A qué debemos aspirar? Más o menos a lo que la publicidad y los discursos sociales y políticos nos dicen que hay que aspirar. Me refiero, por su puesto, a lo que queda después de hacer arqueología en los diferentes discursos (y hoy, con Internet y tanto mundo virtual, esto queda muy, pero muy vigente). 
En pocas palabras, que se repite un poco lo que decía Nietzsche en su Genealogía de la moral: que los conceptos (e interes) de muchos en realidad pueden ser los de unos pocos, llevados a todos los niveles mediante casi todas las expresiones humanas: la educación, las leyes, el derecho, la prensa, la propaganda, los comerciales, la publicidad, la televisión (sobre todo los programas infantiles: véase casi cualquier programa de Discovery Kids y arránquese los presupuestos morales que contienen acerca de lo que debe ser un "buen ciudadano", y todo eso), el sexo, las escuelas profesionales, etcétera, etcétera, etcétera. O, si quieren, se trata de que ya no estamos viviendo nuestras propias vidas. 
Obviamente, pintar así la situación es dar paso a una serie de grandes exageraciones. No es que las teorías críticas estén mal: como ya dije, son muy vigentes, y muy útiles para el estudio de los fenómenos sociales, comunicativos y discursivos en general. Pero suelen cometer un error, y es no poner bajo lupa crítica sus propios escritos. Claro: Foucault, en su dibujo de la dialéctiva de los discursos que va dibujando a su vez la historia de la humanidad, parece olvidar el detalle de que lo que él mismo está haciendo es un discurso, un nuevo postulado que, quizá (y yo lo pienso así) es sólo uno más de muchos posibles. Otros como Horkheimer o Merton no notan que sus ideas sociales son, también, el planteamiento de un nuevo status, que como tal es perfectamente criticable, una vez que ha aparecido una segunda teoría crítica que se la agarre con la suya. En este sentido, el espíritu autocrítico es una virtud, con la que muchos autores ciertamente contaron (Marcuse, Adorno o el propio Merton, por ejemplo), pero del que hicieron falta algunas otras dosis. 
Pero eso no es todo. Si se quiere llegar a un buen planteamiento, mucho más funcional y explicativo que el que se plantea normalmente, hay que abrir un poco más la descripción y sumar al análisis al interpretante. Después de todo, si algo se desprende de las teorías críticas (y, sobre todo, de las de Foucault, creo yo) es que los sujetos interpretantes sólo se dejan penetrar por los discursos, sin plantar la cara, como si fuesen recipientes más o menos vacíos, conteniendo sólo lo que resulta de otros discursos, o qué se yo. En otras palabras, que lo que hace falta es notar que, efectivamente, el individuo no es una mera "víctima" de los discursos (esos sodomitas...), sino que está, todo el tiempo, haciendo suyo, recreando y, en cierto modo, "particularizando" el mensaje. En estos términos, una teoría crítica más o menos libre de vicios tendría que tomar en consideración la posibilidad de una hermenéutica dialógica, que corra de dos partes y no de una sola (una hojeada a los libros de Gadamer y Davidson no estaría nada mal, ¿no?). 
¿Y todo esto por qué? Pues por lo mismo que dije un poco más arriba: la forma de hacer teoría de las corrientes críticas es algo que, hoy por hoy, no deberíamos dejar que se oxide. Su vigencia es notoria, y su necesidad quizá inesquivable. Pero, si queremos aplicar teorías, no está de más hacer primero un saneamiento, un aggiornamento y, además, hacerlas lo más abiertas y útiles posibles. Pero, en ningún modo, dejar que sean deshechadas. Aún no ha dicho nadie la última palabra; quizá se trate de empezar a entender que nadie lo hará nunca.

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