lunes, 10 de enero de 2011

Un cineasta llamado Marco Ferreri


A veces, y quizá no tan a veces, me pregunto si realmente no vivimos en mitad de una epidemia saramaguesca de ceguera generalizada. Porque a lo mejor nos engañamos, y los ojos nos sirven para mucho menos de lo que solemos creer, y nos hacen falta un par de gafas. Y si se preguntan de dónde me viene esta súbita preocupación oftalmológica por la humanidad, pues la respuesta es muy sencilla: hoy me ha venido una pregunta a la cabeza, y no me la puedo quitar. Después de todo, ¿qué demonios ha pasado con la gente, que no parece recordar ni por casualidad el nombre de Marco Ferreri?
Aunque la verdad es que tampoco hay que ser injustos de más: el canon del Gran Cinema Italiano está muy bien, y guarda un lugar para muchos que, ciertamente, se lo tienen bien merecido: Visconti, Rossellini, Fellini, Pasolini o Antonioni (la terminación en "ni" la tiene bien cubierta el canon, digamos), entre tantos otros, son un referente continuo en muchos círculos, y sus nombres encuentran eco aún entre muchos de los que no han visto una sola de sus películas. Bien, vale. Pero tampoco podemos dejar de lado ese otro nombre al que, pese a todo, el eco no parece serle del todo justo. 
Marco Ferreri, señores: Marco Ferreri. Decir que fue uno de los más grandes cineastas italianos es decir demasiado poco, casi es no decir nada en absoluto. Hablo de un sujeto que es perfectamente capaz de blandir el sable y prestar una buena táctica, defensiva u ofensiva, en cualquier mar y en todos los géneros habidos y por haber. Por sus películas desfilan estilos, "ismos" y acentos que, puestos juntos, a lo mejor y tendrían que dar por resultado un monstruo inofensivo; pero no sucede así con las películas que hizo Marco Ferreri: surrealismo y simbolismo, lo real y lo fantástico, lo grotesco y lo sublime, la parodia y el melodrama: todo parece encontrar un lugar preciso, como en un extraño e insospechable rompecabezas cuyas piezas, por separado, parecen pertenecer a cajas distintas, pero que puestas juntas generan algo nuevo, maravilloso y único. 
Los que hayan visto algo de Ferreri me dirán, llegado a este punto, que exagero, y que de hecho Ferreri tuvo muchísimas influencias de otros cineastas. Y, digo yo, la pura verdad es que las mejores originalidades siempre han sido las que dan una vuelta más a la tuerca que echaron a rodar hace mucho otros grandes. Sé que se lo ha relacionado muchas veces con Buñuel, pero me gustaría arriesgar otros nombres (aunque, ya lo digo, esto es interpretación propia): Pasolini, Bergman, Fellini. Y hasta tendería otro puente, mucho más arriesgado, aunque no gratuito, con otro genio de las pantallas: Kubrick. Pero, como ya decía, todo aquí adquiere un nuevo rostro, hecho a la medida del ojo de un cineasta que, verdaderamente, merece el adjetivo de "original" (¿me repito demasiado?). Al que no me crea, pues que eche un vistazo a Ciao Maschio (que cuenta con geniales actuaciones de Marcello Mastroianni, Gerdard Depardieu y una fabulosa -y suculenta-  Gail Lawrence, que aquí nos demuestra que es mucho más que una actriz porno) o La grande bouffe (donde también aparece Mastroianni, esta vez acompañado por otros pesos pesados como Ugo Tognazzi), dos películas que, definitivamente, tuvieron mucho que ver en mi forma de ver cine. Copa en alto, pues, y a no quedarse dormidos, que no somos camarones para andar perdiéndonos de cosas tan impresionantes (otro adjetivo que cae como en dedal). Hablando de Saramago, he de admitir que hubiera sido impresionante ver lo que Ferreri (o Pasolini, también) hubiera hecho con una novela como Ensayo sobre la ceguera. ¿O no? Les dejo una escena de La grande bouffe, mientras lo piensan un poco. Bon appetit!

2 comentarios:

MANUEL IGLESIAS dijo...

Le debe mucho a Rafael Azcona, a Dostoiewski, Sade, Poe...Su pesimismo por la condicion humana, su vision tragicomica de la vida. Su cine fue incomodo, dijeron mal gusto. Inovador, caricaturista. Como todo cine comprometido envejece mal. Se corresponde con su momento y el mundo tal como estaba. Quiero decir; Este momento necesitaria un Marco Ferreri, y un Rafael Azcona con 35 años. Buen recordatorio de un grande, Un saludo (No puedo poner tildes, perdonar)

Santiago Bullard dijo...

No sé si envejezca mal: yo creo que sus películas siguen siendo igual de efectivas. Quién sabe, a lo mejor y más que nuevos Ferreris y Azconas lo que nos hace falta es volver a las fuentes. Aunque es cierto que algo de sangre nueva tampoco estaría nada mal. Saludos.

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